Llega la época de calor y, con ellos, algunos peligros propios de la temporada para nuestras mascotas: como los golpes de calos, las espigas de los cereales y la malvada “Oruga Procesionaria del Pino”.
La Procesionaria del pino es la plaga más importante de los pinares mediterráneos. Debe su nombre de «Procesionaria» a que se desplaza en grupo de forma alineada, a modo de procesión. Durante los meses de Marzo y Abril es muy frecuente encontrar por el suelo de pinares, largas hileras en movimiento: son Orugas Procesionarias del Pino ( Thaumetopoea Pityocampa). Este año, por las condiciones climatológicas, se ha adelantado y en el mes de febrero ya encontrábamos por los jardines y campo. Esta comunidad de orugas, sensibles al frío y a la humedad, vive en los bosques de pinos y cedros de toda la península y Baleares, no obstante, no suelen ser comunes en las zonas lluviosas o por encima de los 1500m de altitud.
La oruga procesionaria, es fácilmente reconocible por varios motivos, su apariencia y su conducta. Esta oruga, con cabeza y piel de color negro y costados de color gris, cuenta en su dorso con unos pelos rojizos, llamados tricomas, llenos de una sustancia muy urticante, una toxina termolábil denominada Thaumatopina que la protege de sus depredadores, quiénes con sólo tocarla u olfatearla pueden sufrir graves reacciones alérgicas. Las orugas (fase de larva) están cubiertas de pelos urticantes que se desprenden y flotan en el aire, por lo que pueden provocar irritación en oídos, nariz y garganta tanto en los seres humanos como en los animales, así como intensas reacciones alérgicas.
El ciclo biológico de la oruga procesionaria comienza a finales de verano y dura todo el año. Durante el invierno las larvas suelen permanecer en el nido durante todo el día y salen por la noche a alimentarse de las hojas del pino en el que residen, excepto en las noches muy frías en las que también comen durante el día. Cuando termina el frío del invierno, disminuyen las lluvias y empiezan a subir las temperaturas, normalmente de febrero a abril, las orugas empiezan a descender del árbol en forma de procesión buscando un lugar adecuado donde enterrarse y empezar a tejer su capullo (crisálida) que eclosionará a finales de verano y del cual saldrá una mariposa. Estas mariposas, que tienen una vida de 1 o 2 días y que suelen volar al atardecer, ponen sus huevos en las hojas de los pinos o cedros. Los huevos que las mariposas han puesto en el pino se abren a los pocos días y de ellos nacen las larvas (orugas) que aprovechan para alimentarse de sus hojas hasta que son capaces de desplazarse a otra zona en la que construirán sus nidos, conocidos como bolsones. Los bolsones de oruga procesionaria construidos en las copas de los pinos son fácilmente reconocibles porque parecen grandes bolas de algodón.
Según la doctora Sara Cervelló de la Clínica Veteralia Mascots: “Estos insectos poseen unos pelos urticantes (irritantes) que revisten todo su cuerpo. La reacción tras el contacto con la procesionaria del pino es inmediata: se produce hipersalivación, se inflama la lengua y aparece una coloración roja o amoratada, aparecen ampollas con líquido y úlceras que pueden producir pérdidas de alguna parte de la lengua. Cuando el perro entra en contacto con dichos pelos puede presentar diversos cuadros, desde un cuadro alérgico como puede ser una urticaria, a sufrir eritemas y angioedemas (hinchazón de la cara), necrosis en la lengua e incluso la muerte de nuestro perro si ésta fuese ingerida”.
Los perros jóvenes, debido a su curiosidad, sus ganas de jugar con todo y su facilidad por comer cualquier cosa que encuentran, suelen tener más riesgo a entrar en contacto con la oruga procesionaria que los perros adultos. El problema reside en que el cachorro se encuentre en el parque explorando sin supervisión y se acerque a la hilera de orugas, las olfatee, las lama o se las coma.
En cuanto el perro lame la oruga aparece sialorrea y glositis, la lengua se inflama y se puede necrosar, debido a todo esto la mayoría de los perros presentan molestias al intentar abrirles la boca y se frotan su cara con las patas delanteras. Si nuestro perro se come la oruga también es habitual que vomite y que en sus vómitos aparezcan trozos de oruga. También puede provocar otros daños importantes en los ojos, concretamente en la cornea y conjuntiva de nuestro perro.
Lo más importante en este caso es tratar de evitar el contacto de nuestro perro con la oruga procesionaria eligiendo para pasear zonas que ellas no habiten. En el caso de no poder hacerlo, conviene estar alerta para que no se acerque ni para olisquearlas. Y si con todo esto no hemos podido evitar el contacto con la oruga, lo más adecuado será acudir de inmediato al veterinario habitual, o al de urgencias de la zona, para poder realizar cuanto antes a nuestro perro un tratamiento a base de corticoides y antihistamínicos, generalmente administrados por vía intravenosa, para disminuir la gravedad de sus lesiones.
Para controlar las poblaciones de esta especie se utilizan medios físicos, químicos y biológicos. Los medios físicos pasan por la eliminación de los bolsones, cuando las orugas están dentro, estos se cortan, apilan. La lucha química consiste en la fumigación con insecticidas autorizados deben aplicarse sobre las fases larvarias en los primeros estadios de desarrollo, antes que desarrollen los pelos urticantes de tercer estadio. El principal método de lucha biológica, quizás la más efectiva considerando efectividad/esfuerzo, consiste en la utilización de feromonas para capturar en trampas a los machos adultos reduciendo las posibilidades de cópulas. Al capturar solo machos las trampas son solo eficaces con densidades poblacionales bajas. Se utilizan también para evaluar niveles poblacionales de adultos.
Ana Sierra