La leishmaniosis es una enfermedad de los perros y otros animales que también puede afectar a las personas. Es, de todas las enfermedades de los perros, una de las más graves, crónica y que causa un gran sufrimiento a las mascotas y a sus dueños. Puede conllevar la muerte del perro y, en los casos en los que éste llega a sobrevivir, necesitará un estricto seguimiento y cuidados de por vida, tanto para controlar los síntomas como para que el animal tenga la mejor calidad de vida posible. Es una enfermedad incurable y Andalucía es zona endémica de la misma. Por eso es imperativo combatirla con todos los instrumentos a nuestro alcance. Cuantas más medidas se adopten para proteger a nuestros perros, reduciremos el riesgo de infección y frenaremos su desarrollo, consiguiendo reducir el contagio y la propagación. Esas medidas pueden incluir, en función de las recomendaciones del veterinario, el uso de antiparasitarios externos específicos y la vacuna contra la leishmania.
El parásito que causa esta afección es la Leishmania infantum. La leishmania es un protozoo microscópico que necesita viajar a través de una pequeña mosca llamada flebotomo, que ejerce como transmisor de la enfermedad. Por lo tanto, la infección ocurre por la picadura de un flebotomo portador de leishmania. Zonas húmedas y con materia orgánica y con temperatura superior a 15ºC y durante el ocaso son las condiciones que favorecen la picadura del flebotomo
Los síntomas de la leishmaniosis canina son muy variados y difieren en cada perro, pudiendo en algunos perros cursar asintomática. Los más identificables son la pérdida de pelo en algunas zonas, la descamación o la aparición de nódulos en la piel, así como un crecimiento anormal de las uñas; formación de úlceras en el borde de las orejas, entre los dedos o en la parte blanda de las patas; aparición de sangre en orina o mucosas nasales; conjuntivitis, diarrea… A los que se le añaden otros como, la inflamación de los ganglios, anemia, insuficiencia renal, inflamación del hígado o el bazo, fiebre, atrofia muscular, artritis, vasculitis, adelgazamiento, fatiga y abatimiento, etc.
Como en un gran número de enfermedades, la prevención y protección son fundamentales para intentar minimizar el riesgo de contagio. Existen productos específicos para reducir el número de picaduras de los flebotomos. Los insecticidas o los repelentes sobre el perro, pipetas y collares, tienen como primer objetivo disminuir el riesgo de infección de un perro sano, pero también, reducir el riesgo de transmisión de la leishmaniosis a otros perros y especies, así como controlar la re-infestación con nuevos parásitos. Cabe resaltar que si bien las pipetas y collares disminuyen el número de picaduras, no las previenen al cien por cien, por lo que el peligro de infección de leishmaniosis, sigue existiendo. De ahí el interés de otras medidas como la vacuna contra la leishmania.
La vacunación es la única medida preventiva que actúa sobre la leishmania y no sobre el flebotomo, es decir, que limita el desarrollo de la leishmaniosis una vez el parásito se ha introducido en el organismo del perro. Mientras las pipetas y los collares reducen las picaduras, el objetivo de la vacuna de la leishmaniosis canina es proteger al perro aunque haya sufrido la picadura de un flebotomo infectado, potenciando la resistencia inmunológica a la enfermedad. Aunque la eficacia de la vacuna de la leishmania es muy elevada, no es del 100%.
Si a pesar de todo nuestro perro enferma, con un diagnóstico positivo de leishmaniosis, existen medicamentos específicos desarrollados para aumentar las posibilidades de supervivencia y mejorar significativamente la sintomatología del animal. Algunos perros, si se controlan bien, pueden incluso mantener una buena calidad de vida durante muchos años. Sin embargo, los tratamientos de la leishmaniosis son caros y laboriosos, pueden presentar efectos adversos y no libran al perro de posibles recaídas, por lo es necesario insistir en que el mejor tratamiento es la prevención.
Ana Sierra